viernes, 25 de septiembre de 2020

La noche, llueve

La noche, llueve, rememoro tu nombre. Siento las gotas de lluvia, dibujan tu rostro mientras caen, suspiro; siempre el suspiro que te engrandece en mi ser y te tatúas en mí.

Sirven el café, el aroma me invade, cierro los ojos, la canela llena mis sentidos y me transporta a cada lugar que hemos visitado. Los recuerdos me invaden, mi corazón se estruja, no sé por qué.

La lluvia arrecia, a la puerta de la cafetería abro el paraguas y camino sin rumbo.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Lluvias de verano

Escribir, escribirte, escribirnos;
de ir, venir y encontrarnos;
amada, amado, amándonos
desde las lluvias de verano.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Inalcanzable

 —Si lo amo con todas mis fuerzas por qué me trata así —ella sollozaba mientras él la escuchaba— si lo adoro, lo quiero, lo amo.

Él le pasó un poco de papel para secar sus lágrimas mientras la veía con mucha congoja.

—¿Pero por qué lo permites? —Le pregunta.

—No lo sé, es que lo amo mucho y sé... —suelta el llanto de nuevo.

—¿Qué te ama también? —él completa la frase y ella asiente mientras limpia su nariz. La observa y desvía la mirada hacia un vacío como si una idea estuviera ahí, la ve de nuevo, a ella y su sufrimiento, duda de pronto pero al final levanta la ceja en señal de determinación.

—Hace muchos años, recuerdo este sujeto... 

—Era tu amigo. —Lo interrumpe, él la observa, sabe muy bien cuál es la intención de esa expresión.

—Acabas de decirlo: era; por razones evidentes ya no lo es 

Ella asienta. Él continúa.

—Este sujeto y yo estábamos interesados en ti hace tiempo, lo escogiste a él a pesar que sabías cómo era y lo que comenzabas a vivir con él. A pesar de la clara superioridad en calidad humana y en otros aspectos que tienes frente a él, decidiste estar con el más nefasto si me tenías a mí.

—Tú eres inalcanzable —dijo ella sin vacilar.

Él recibió el empalamiento con suma tranquilidad, sereno, impasible, estoico,  mientras la observaba detenidamente esperando que reaccionara. Ella lo vio, confundida, no esperaba ni ella misma la respuesta que acaba de decir; tampoco él.

—¿Acabas de escuchar lo que has dicho? 

Guardo silencio, abrió lo ojos, enormes, su mirada reflejaba que había descubierto algo que no había percibido antes, una epifanía probablemente.

—Sí... Mi autoestima —dijo ella mientras limpiaba ahora sus lágrimas. 

Él sonrío y la miro con mucho cariño. Ella lo ve y sonríe tímidamente.

—Gracias.

—Un placer.

martes, 8 de septiembre de 2020

Intenciones

Él se levantó de la silla y se dirigió a la mesa donde ella se encontraba. Su escote permitía observar la suave delinación de su espalda desnuda. Él, con sus ojos café oscuro que parecían negros como de gato al acecho, la dibujaba con su mirada rodeando hasta que sus ojos se encontraron.
 
—Permítame señorita acariciar con mis palabras su cuerpo y elevar su espíritu a los cielos —le dijo mientras sus ojos completaban con otras palabras el deseo de sus intenciones.

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Ollin Tlatoa por José Daniel Guerrero Gálvez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
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