miércoles, 27 de julio de 2022

El poeta olvidado

«Para ti,
a quien no quiso ser distinguida como
la musa en un simple "sí pero no"»
Anónimo.
Frase en la pared de una calle
olvidada de Azcapotzalco.

Sus pasos se escuchaban a lo largo de la calle por la que caminaba. Se detuvo y revisó si algún mensaje, particularmente uno, había sido respondido; no fue así pero sí había sido leído. Era el último mensaje que le envió hace días donde las palabras se desbordaron con toda su alma en busca de certeza; no hubo más después de ese, ni de él, ni de ella: fue el final. Él lo sabía, hace tiempo, mucho tiempo, ella solo respondía a sus mensajes, no había una reciprocidad, una comunicación como hace también la hubo. Él se perdió en el olvido de una memoria donde los recuerdos de lo que alguna vez fue se difuminaban en el reino de Cronos pero no sabía con exactitud el porqué, hace tiempo ya eran unos desconocidos entre ellos.

Continuó caminando por las calles vacías, en la noche de lluvia que provoca el recuerdo de ella. Se detuvo de nuevo, encendió un cigarrillo y reanudo su camino. Su mente dispersa se envolvía en la incertidumbre tanto como los claroscuros de las calles mojadas de aquella lluvia intermitente. Sentía pesar, tristeza, melancolía de lo fue y lo que se perdió. Repasaba cada instante en que se fue diluyendo la felicidad hasta el olvido. La lluvia se hace más intensa y lo obliga a guarecerse debajo de una cornisa de un establecimiento lúgubre y olvidado como él.

El cigarro se consume lentamente con un sabor a humedad y a tabaco. Voltea de un lado a otro, no hay nadie pero en una parte de la pared donde se encuentra parado observa una mampara de anuncios, en la parte superior la frase "Musas en paro". La curiosidad lo mueve y se acerca a leerlos. Leyó cada uno, algunos muy creativos, otros no tanto. De pronto quiso escribir a pesar que se prometió no hacerlo, no para ella o relacionado con ella pero le nació, ya no serían las palabras de amor, de comprensión, de admiración sino un simple reclamo. Tomó su bolígrafo, escogió uno de los anuncios, escribió en el anverso, lo colocó de nuevo en el muro y sintió un acto de venganza: el olvido se paga con olvido. Se sintió culpable, aún con todo eso su corazón aún guardaba un resquicio de amor por ella. Nunca desaparecería, solo se iba a transformar. Volvió a colocar el anuncio como estaba. No podía quitarle la oportunidad a esa mujer de encontrar a un poeta pero en todo eso, no borró lo que escribió, ya no había forma. Al terminar, rió al notar la ironía: mientras unas buscan ser la musas, otras desdeñan la distinción, no de las palabras sino del poeta. Eso está bien, pensó, pero no es lo que dice sino la perra forma como se dice, inclusive en el silencio de no decir nada.

Pasaron los días y el olvido ya no fue solo de ella, también terminó contagiado él. Siguió escribiendo, encontraba inspiración en cualquier cosa, desde lo más bello hasta lo más grotesco pero siempre tenía ese vacío, de no poder compartir la inspiración a quien inspira: la musa. Ya no busco más o tal vez encontraría otra musa, una que lo considerada su numen; una igualdad de condiciones. Eso pensaba cada día, y cada vez de eso se reía.

José Daniel Guerrero Gálvez, Oquitzin Azcatl.


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