jueves, 26 de septiembre de 2019

Okachinepa (Más allá)

I

La vista del Atlántico a través de la ventanilla del avión era impresionante, sólo dos colores en ocasiones matizados podrían dar cuenta el límite visual entre el mar y el cielo que sin duda provocaba una sensación de infinitud. Esos eran los pensamientos del Profesor Carlos Guerra en ese momento, mientras viajaba en clase turista en un vuelo de la British Airways sin escalas desde la Ciudad de México a Londres. Durante las casi 10 horas de vuelo que estaba por completar, no podía dejar de pensar sobre la breve plática con aquel hombre pelirrojo que tocó a la puerta de su despacho, con un acento evidentemente inglés pero con un pésimo español, tanto que la conversación terminó hablándose en el idioma del visitante. Lo enigmático del asunto que trató con él fue la principal razón que el Profesor Guerra decidiera salir por primera vez fuera del continente. Generalmente sus viajes debido a su trabajo respecto a las culturas indígenas estaban limitados a México, América Central, Sudamérica y en ocasiones en las reservas indígenas aún con tradiciones vivas en la parte media y alta de Norteamérica. Ahora, ocupando un asiento en ventanilla, salía a ultramar.

Se vislumbraba una línea más definitoria en el horizonte, eso indicaba que pronto llegarían a Reino Unido, primero volando sobre Gales y después sobre Inglaterra hasta Londres. El Profesor repasó, una vez más la conversación con el inglés.

—Buenos días... ¿Profesor Guerra? —fue la primera expresión al abrir la puerta del despacho que escuchó de aquel hombre alto pelirrojo, aproximadamente de unos setenta años vestido con una mezcla de los años 70 y la moda grunge, entre un tanto hippie como urbano que hacía recordar una cierta tendencia hipster sin la extravagancia y la exageracion dalilesca de la barba.

—Sí. ¿En qué puedo ayudarle? —respondió el Profesor.

—En mucho —el énfasis fue notorio— Mi nombre es... Arthur... —el Profesor esperaba que completará su nombre siguiendo las etiquetas de presentación inglesas ya que debajo de aquel terrible español, notó el inconfundible acento inglés que se distingue de otros modos dialectales del idioma— ¿puedo pasar? —terminó diciendo.

El Profesor levantó un poco la ceja, señal inconfundible de un cuestionamiento interno y le abrió totalmente la puerta, dejándolo pasar.

—Tome asiento, ahí en la silla frente al escritorio —le dijo el Profesor señalando el camino mientras cerraba la puerta con lentitud observando con detenimiento al visitante, ya sin la discreción de estar frente a frente. Sin quitarle la vista al hombre el Profesor Guerra tomó asiento detrás de su escritorio.

—¿No me ha dicho en qué puedo ayudarle? —el Profesor lo ve detenidamente tratando de hurgir en la personalidad de su interlocutor.

—He leído sus investigaciones y lo que seguido a través de las redes sociales.

—Muchas gracias aunque la mención de las redes sociales me tendría un tanto preocupado pero sé que hay gente que me lee pero no dice nada. Hoy conozco a uno.

El inglés lo observa tratando de comprender lo que escuchó. El Profesor sonríe y continúa.

—No me haga caso. Me decía que ha leído mis investigaciones.

—Sí, Sí... —el inglés prosigue— por lo que he leído en sus investigaciones, usted argumenta que existen mundos paralelos, reales y dimensionales en las culturas donde la ciencia y la religión apenas trazan sus límites. Ofrece varios ejemplos de ello principalmente en las culturas prehispánicas de América pero también ha dejado entrever que en culturas de Asia y Africa, también existen esos patrones.

—Efectivamente —responde el Profesor.

—Sí le digo que existe un mundo paralelo, manifestándose tanto que su cultura la está incorporando a su vida cotidiana ¿me creería?

—Claro, es la hipótesis de mis investigaciones. Por lo menos parte... pero no conozco ninguna así. Las intersecciones sólo se presentan con individuos pero no con sociedades completas.

—Requerimos de sus servicios para que nos ayude a entender mejor esa relación entre ciencia y religión.

El Profesor no dice nada por algunos segundos y le pregunta.

—Por qué no acuden a un investigador de su país. Ellos podrían ayudarlos mejor, localmente y sin necesidad de cubrir gastos...

—No, no, no. Necesitamos a un nativo —interrumpe el inglés, el Profesor levanta la ceja y registra en su mente la palabra nativo— ustedes poco a poco van adquiriendo facultades que ponen en peligro nuestro Mundo y pensamos que usted es la persona idónea para ayudarnos —de nuevo la ceja y la mente del Profesor registra las palabras ustedes, facultades, nuestro Mundo, pensamos, ayudarnos.

—Pero... —dice el Profesor, de nuevo lo interrumpe el inglés.

—Le dejo esto —saca debajo de su saco un libro de alrededor de 300 páginas y lo coloca en el escritorio. El Profesor observa el saco y el libro, el inglés continúa— en la página 100 hay un boleto de avión de ida para dentro de tres días con destino a Londres y su visa diplomática. Si usted acepta, nos encontraremos después que arribe a Londres en el Caffè Nero en The Queen's Terminal del Aeropuerto.

—Good Morning. Welcome to The United Kingdom... —la voz femenina a través del altavoz del avión anunciando la llegada a Londres interrumpe sus recuerdos.

El Profesor comienza a recoger sus notas, siente una mirada y voltea para encontrarse con el rostro de una mujer que le sonrié. Una sonrisa llena de expectativas y curiosidad pero al mismo tiempo de afabilidad pero con un cierto interés que el Profesor no pudo identificar pero que provocó que el levantamiento de ceja pasara a ser una sonrisa de correspondencia y una inclinación de cabeza mostrando respeto y cortesía a esa mirada femenina. Era extraño, nunca se percató que estaba sentada junto a él en todo el viaje.

II

El Caffè Nero se encontraba en The Queen's Terminal. El Profesor tuvo que caminar unos 800 metros entre pasillos y escaleras eléctricas para llegar ahí. Mientras esperaba su turno para pedir el servicio, observaba el local, en sus tonos sepias, le hizo recordar algunas de las franquicias de los cafés de la Ciudad de México haciéndolo pensar cómo el sistema económico ha homogenizado todo y que las peculiaridades de los países se van difuminando ante la normalización de la economía globalizadora. Aspecto que comprueba al ver los precios de los cafés, en el tipo de cambio, cuesta lo mismo tomar café en Londres que en la Ciudad de México. Mientras sus pensamientos rondaban sobre estas relaciones, llegó su turno a la caja.

—Buenos días. Podría por favor prepararme un Latte Chai. Gracias —el Profesor con la mirada en el celular, revisando su ubicación en el mapa del aeropuerto, asegurando que estaba en el lugar correcto, no se percató que habló en español y no en inglés.

—Excuse me? —escucha decir al joven que lo atiende.

El Profesor tardó un poco en reaccionar ante el cambio de idioma.

—I'm sorry. Chai Latte please —le respondió mientras le sonreía.

Mientras esperaba la bebida observaba los alrededores y confirmaba que por lo menos los aeropuertos, todos son iguales a excepción de ciertas elementos de desentonan el entorno como por ejemplo, el Piaggo Ape y la bicicleta que se encontraban a pocos metros de la entrada del café, utilizados para vender flores.

Con el café ya en mano, se dirigió a una de las mesas en el interior del establecimiento, a esperar. El inglés le dijo que después de arribar al aeropuerto, así que no sabía con seguridad si sería pronto o más tarde el encuentro, mientras tanto del libro que le dejó sabía que era parte de una serie, catorce obras escritas para ser precisos lo que implicaba un universo que determina una cosmogonía y cosmología, un patrón recurrente en las culturas prehispánicas, asiáticas y africanas pero a diferencia de estas, inmersa en la cultura actual de manera más amplia. Las notas no se hicieron esperar y el tiempo paso, no tanto como una hora.

—Buenos días —se escuchó.

—Buenos días —respondió el Profesor que al alzar la vista reconoce al inglés.

—Me disculpo ante mi tardanza. Estábamos preparando su traslado debido a que usted no está acostumbrado a lo que experimentará y no deseamos que le fuera incómodo. Hemos mejorado algo de nuestra tecnología, mucho utilizando la de ustedes.

De nuevo al Profesor llama su atención la dicotomía nosotros - ustedes pero ahora hay una variante: la palabra tecnología y la relación subyacente entre esta y la dicotomía.

—No se preocupe —le dice el Profesor con una leve sonrisa.

—¿Nos vamos? Ya nos esperan.

—Claro —el Profesor guarda su cuaderno de notas, el libro y coloca a espaldas su mochila de viaje— listo —le dice al inglés.

—Gracias. Sígame por favor.

Ambos hombres salen del café. El inglés se dirije al Piaggo Ape y el Profesor le sigue.

—Buenas tardes. Disculpe ¿cuál es mi pedido? —pregunta el inglés a la dependienta de la florería.

—Las que se encuentran al final de la caja del motocarro, en la esquina —le responde.

El inglés se dirije hacia la parte trasera el Piaggo Ape, el Profesor lo sigue.

—Tome mi brazo Profesor, sólo será un momento de viaje.

El Profesor siguió las instrucciones y el inglés después de ello, tomó el ramo de flores ubicado en el lugar que le indicaron. El Profesor sólo percibió una sensación de vértigo instantáneo que desapareció inmediato pero que lo obligó a cerrar los ojos o por lo menos un parpadeo para reconocer que estaba en otro lugar. Ya no era el aeropuerto sino un cuarto o eso parecía ser, como una bodega, donde la entrada daba a un gran pasillo.

El inglés apresura el camino y mientras recorren el pasillo, el Profesor nota las miradas de las personas con las que se cruza sintiendo diversos estados de ánimo que no logra en cierta manera identificar por la premura por llegar. Entran a un elevador. Las personas lo ven con suma atención. La tensión crece. El Profesor se siente incómodo. El inglés no dice nada, permanece en silencio mientras llegan al primer piso.

—Aquí bajamos Profesor.

Ambos hombres salen del elevador y recorren una sala grande hasta llegar a la puerta del fondo. No le da tiempo el inglés a que el Profesor pueda leer el letrero en esta. En el interior, se encontraba una mujer vestida de traje sastre ejecutivo como en los grandes corporativos empresariales, al escucharlos entrar, voltea y se dirige hacia el Profesor, extendiéndole la mano.

—Mucho gusto Profesor. Mi nombre es Hermione Granger, Ministra Británica de Magia.

—Me disculpo por mi descortesía todo este tiempo Profesor. Mi nombre es Arthur Weasley —inmediatamente después dijo el inglés.

El Profesor los observa a ambos, uno a otro, levanta su ceja pronunciadamente y en voz alta, pregunta

—¿Qué consecuencias tendrá si dos mundos paralelos se intersectaran de forma permanente?

La Ministra Granger y el Sr. Weasley se observan con gravedad.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Temor

Era noche, muy tarde. Me gusta trabajar cuando todos duermen. Hay un silencio tranquilizador y las ideas fluyen, sólo el sonido vago de las teclas al presionarlas logran percibirse. Libros, cuadernos, pequeñas libretas, hojas sueltas pululan de aquí para allá en el escritorio, cuando en cierto momento en que la noche comienza a ser madrugada, donde la temperatura se torna más fría, el ambiente se enrarece, mis ojos pierden nitidez. Tomo un descanso.

Me levanto de mi asiento, me sirvo un vaso de agua y lo bebo de una sola vez. De nuevo tomo asiento y en ese momento veo como la tapa de mi diario se mueve levemente. Ha de ser el viento me digo y regreso mi vista a la pantalla de la computadora pero mi vista periférica nota otra vez un movimiento pero ahora, como si un fuerte viento lo golpeara, el diario se abre totalmente. No me pareció extraño, me levanté y me dirigí hacia donde estaba para cerrarlo. Al llegar frente a este, leí en la hoja pálida, amarillenta del papel reciclado:

Escribe

Fruncí el seño y dispuse a cerrarlo cuando aparece una nueva oración:

Toma tu bolígrafo. Escribe

La incertidumbre me invade y volteo a ver mi computadora, al regresar la mirada, una nueva frase:

¡A qué le temes!

martes, 17 de septiembre de 2019

Al padre

Texto escrito como respuesta del onceavo hijo al padre del cuento de Kafka titulado Once hijos.

Es verdad padre que soy tu último hijo. En tu vejez observo como tu ser cada día pierde su vitalidad. Te he observado cabizbajo deambular por las habitaciones de mis hermanos como deseando encontrar algo que ni tu mismo precisas aunque sé que es la sensación de muerte que aún no es pronta pero cierne año con año sobre ti. Piensas en el futuro que ya no tienes y en lo que dejarás. Eso ha provocado un tanto la indecisión de seguir mi camino como lo han hecho mis hermanos, por supuesto a su manera y en sus propias condiciones, que no ha sido así conmigo, tal vez por la juventud que me aventaja ser el más joven. Así, mientras te miro, en la sala, frente a la chimenea, pienso que de todos, soy el que menos confías pero la vida me colocó como el último de tus hijos.
Licencia Creative Commons
Ollin Tlatoa por José Daniel Guerrero Gálvez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://ollintlatoa.blogspot.com.
Permisos más allá del alcance de esta licencia pueden estar disponibles en https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.es.