In ixtli in yolotl (El rostro el corazón). Diario: 20250921.1349
Ha pasado mucho tiempo, aquel que mira mi rostro y mi alma con mucha más profundidad. No está por demás porque en los últimos tres años una serie de sucesos que fue un fuego nuevo para mí y coincidió con mi atadura de años (mi edad estaba alrededor de los 52 años), que en el pueblo mexica se celebraba como un ritual en la búsqueda del equilibrio y orden no solo del universo sino del propio individuo, que no es ajeno con otras culturas como el fuego sagrado maya o inclusive en las tradiciones judeocristiana y el hinduismo en el concepto de «vida eterna».
La búsqueda de esta armonía vino de varios vacíos (diálogo, pertenencia y reciprocidad) los cuales derivaron del fallecimiento de mi madre, mi chamana como suelo en ocasiones decirle, que implicó una depresión aparente pues meses después llegó a valorarse como un shutdown a razón de mi diagnóstico tardío de autismo grado uno y posteriormente la doble excepcionalidad, las altas capacidades intelectuales. Un poco menos de medio siglo, mi lucha por encajar en el mundo comenzaba a tomar un rumbo diferente, saber mi condición de autista, mis altas capacidades comenzaron a redefinir mi relación con las demás personas, que como mencioné antes, como un ritual de fuego nuevo. No ha sido fácil, el estereotipo, los prejuicios y las discriminaciones desde el mundo neurotípico se han presentado como un nuevo reto pero también me ha parecido fascinante observarlo desde la vivencia.
Esto no ha sido lo único, meses después, el diagnóstico de cataratas en ambos ojos llegó a ser una prioridad de vida. Mi visión comenzaba a disminuirse y en un vacío legal en el sistema de salud no me permitía moverme a un diagnóstico de discapacidad, tampoco a un retiro temprano de la vida laboral y ante el aplazamiento de una operación debido a una lista de espera, la única forma fue buscar la operación por otros medios. La solidaridad de muchas personas permitieron que mis ojos regresaran, manos femeninas los repararon, mi agradecimiento infinito y profundo me llevan a mostrar la mía con cada uno de ellos porque el amor con amor se contribuye.
Ha pasado más de un año de la operación de los ojos y la recuperación ha sido satisfactoria; por supuesto, los cuidados y la condición de la edad es un aspecto que es necesario considerar pero no solo es la salud física sino mental y espiritual también. Así, tomando en consideración las señales evidentes que no podían dejarse pasar, fue necesario comenzar una renovación, otra vez como el ritual del fuego nuevo. En mis reflexiones y acompañado, principalmente de mi psicóloga comencé el proceso de redescubrimiento de mi condición autista y de altas capacidades que ha sido el parteaguas porque lo que para muchos parece extraño en el mundo neurotípico, en el autismo es algo totalmente normal; como dijo Ernesto Reaño (experto en autismo y que es también autista), la neurotipicidad y el autismo son dos culturas diferentes, consideradas como modos de vida y costumbres de un grupo social determinado.
El redescubrimiento ha implicado revertir el enmascaramiento autista (ocultamiento o represión de comportamientos, emociones y características autistas para lograr una integración a las situaciones sociales), para eso habría que cambiar cosas lo que conllevaría que muchas personas se alejarían o me alejaría pero también se quedarían otras y vendrían algunas más. Lo primero era aceptar y afirmar ante los demás mi condición neurodivergente, algunos lo han aceptado, otros no, algunos más lo cuestionan o no lo creen y; continuar contrarrestando el enmascaramiento pero también en el redescubrimiento, promovido por mi entonces psicóloga.
Una tarde, nos encontramos en un restaurante, ella ya no me da terapia, ya está jubilada pero me acompaña en el proceso como amiga. Esa tarde de café me preguntó.
—Entonces, ¿qué hay con el autismo?
—Haber de qué —respondí.
—No estás tomando en serio tu condición aunque personalmente pienso que estás evadiéndolo —y así era, su capacidad de observación es extraordinariamente aguda, su mirada tiene una profundidad que nunca he visto en otra persona más que en ella.
—Tengo miedo —le respondí.
—¿A qué? —preguntó, quedé en silencio, ella me observó y continuo —no deberías, la gente te seguirá etiquetando y en realidad lo hará hasta que entienda más sobre la neurodiversidad y la neurodivergencia pero eso no te debe detener porque seguirás gastando mucha energía en querer encajar en un mundo que no es el tuyo y que debes convivir con él.
Seguí sin decir palabra, no podía. Fue algo que evitaba y ahora ella, con firmeza me conducía hacia lo inevitable: mis miedos.
—Tu configuración autista es muy interesante y pienso que ha sido determinada por el alto enmascaramiento durante tantos años, solo hay que recordar cuando descubrimos que tus altas capacidades las empezaste a enmascarar a los siete años. No tengas miedo, redescúbrete —puso su mano sobre la mía y me miro a los ojos —pero no hablemos más de eso, solo no lo olvides y vamos a platicar de otras cosas.
Y sí, no lo olvidé y comencé a trabajar en ello, descubriendo que mi humor negro y agraz, mi sarcasmo e ironía es un mecanismo de defensa ante el mundo desde mi autismo, que tengo espacios seguros y que no son todos físicos sino conceptuales: la escritura, la lectura, el cine, el arte, el caminar, recientemente el baile, los museos, la música, la reflexión, que mis vacíos no provienen de mí sino de los que no entienden la forma como veo al mundo, abracé el anarquismo (que ya coqueteaba con él desde hace mucho) porque le puso rutinas a mi condición pero que dejó abierta, en su contextualización a la diversidad y a la creatividad.
Y ahora, en este punto, me encuentro ante un plan después de los cincuenta donde regresaré a la vida académica y cultural como ocupación, oficio y estilo de vida, y ahora con el procesamiento de quitar la capas de enmascaramiento de muchos años me siento más tranquilo, más creativo, más consciente que el ser humano es fascinante a pesar de sus aspectos negativos donde la miseria humana también me llega afectar. Si el ser humano desbordara amor como lo hace con el odio otra historia sería; que irónicamente coloca al amor en el pináculo de la razón humana pero es lo primero que reprime.
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