sábado, 13 de octubre de 2007

Renovar la areté

Ensayo presentado en la materia de Introducción a la Filosofía de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El ser humano ha evolucionado en muy diversas formas para llegar hasta la actualidad. Su evolución ha sido tanto física como intelectual o por lo menos eso se presume pero se percibe, se observa y hasta se huele en el aire que las cosas no están bien, tal vez de igual manera lo percibió Platón cuando su maestro bebió la cicuta.

Mientras los avances biológicos y tecnológicos determinan una pseudoevolución humana basada en lo tangible y utilitario. El descuido de uno de los aspectos primordiales del ser humano es más latente todavía derivando en una degradación de la propia naturaleza humana interior. La eterna búsqueda de la longevidad y la eterna juventud sólo acarician la superficie de una naturaleza que se ha vuelto extraña y olvidada. Este mundo considera a la siguiente evolución humana hacia un metahumano y utilizo este término con el fin de no precisar la perfectibilidad de esta evolución.

El ser humano ha imantado su brújula y eso mismo lo ha perdido. Sostiene Jaeger que es necesario observar los orígenes de nuestra cultura para retomar nuestro presente, regresar a la Antigüedad para “... comprender el fenómeno imperecedero de la educación antigua y el ímpetu que la orientó a partir de su propia esencia espiritual y del movimiento histórico al que dio lugar”.[1] Para ello, hay que estudiar con detenimiento las obras de dos de los filósofos de la Antigüedad: Platón y Aristóteles.

A lo largo de las lecturas provistas para tal ejercicio se observa cómo ambos ofrecen una idea de la educación que a pesar de sus convergencias tienen marcadas diferencias en el objetivo. Menciona Nicol que mientras Platón sostiene un equilibrio entre la razón y al amor, Aristóteles los divorcia provocando una exclusión mutua entre ellos. Esta última es la que ha prevalecido a lo largo de este tiempo.[2]

Contrastando esto con la actualidad, ¿la separación entre la razón y el amor ha sido adecuada para mejorar la calidad de vida del ser humano actual? No. El actual utilitarismo anula la vida pues su principal fin es que el conocimiento adquirido sea útil. Todo lo que no tenga esta naturaleza debe ser desechado. De ahí que la idea de que la próxima evolución del ser humano es crear cuerpos perfectos potenciados en capacidades por medio de la genética, en la criogénica como solución para la longevidad y otros artilugios tecnológicos sólo con fines utilitaristas.

Esta desmedida vida utilitarista ha promovido la anulación de sentimientos y valores provocando problemas traducidos en violencia, suicidios, enfermedades entre otras cosas más. La consideración que la evolución humana se centra en una vida utilitarista es errónea si comparamos este hecho a través de la historia. La redimensión de nuestros valores en una educación dirigida a un fin es importante donde un equilibrio se teja en la urdimbre y la trama del ser humano. Definir el fin de la educación de nuestro tiempo es lo que se necesita, si no se sabe hacia donde hay que ir, no importa si la brújula se encuentre o no imantada, de nada servirá.

Uno de los aspectos preocupantes, acotando a la sociedad mexicana y desde el punto de vista educativo, concierne en que la educación mexicana no tiene rumbo. Se implantan políticas de índole compensatoria o no adecuadas con la verdadera realidad mexicana, no la aparente que nos procuran medios de comunicación e influencias internas o externas. Y más aún si no hay rumbo mucho menos existe un fin de la educación.

Tomando el consejo de Jaeger, la misión como pedagogos es replantear la educación en el país promoviendo una pedagogía mexicana con base en la filosofía pues considero que la evolución humana se encuentra en ella y no en la biología, ni en la tecnología. Encontrar la sympasa areté, es uno de los problemas principales que debe abordar las sociedades actuales, particularmente la mexicana.

El estudio profundo de la filosofía ayudará a encontrar el camino que permita desarrollar una ética eficiente integrando cada parte del ser humano en un equilibrio hacia la excelencia. Para ello, los pedagogos debemos cambiar la forma de ver al mundo y ante todo pensar y sentir la filosofía como lo menciona Platón a través de Landa: “... advierte [Platón] que quien esta avocado por el pensamiento fundamental vive en un estado de ánimo específico, al que no hacen mella ‘sus actividades ordinarias, cualesquiera que sean, [mientras se atenga] siempre a todo a la filosofía’”[3]



[1] Werner Jaeger. Paideia. Trad. Por Joaquín Xirau y Wenceslao Roces. (2ª ed. 1962), reimp. México, FCE, 2004. Pág. 16. (Col. Filosofía).

[2] Eduardo Nicol. La idea del hombre. (primera versión, Herder), México, Herder, 2004. “El Divorcio de la ciencia y la vida”, parágrafo 4. pág. 429.

[3] Josu Landa. “Más allá de la paideia” en: Antropología cultural. Reflexiones contemporáneas. Arturo Aguirre (comp.). México, Afínita Editorial, 2007.

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