viernes, 16 de agosto de 2019

Del otro lado

Abrí los ojos lo más que pude. El humor cuajado nublaba mi vista hasta el grado de sólo ver un estado de amorfismo de las cosas. Lo primero que percibí fue una gran mancha blanca, era el techo de mi habitación, lo deduje porque estaba acostado de espalda pero dudé, me parecía irreconocible, extraño, como algo desconocido que se conoce. Intenté de nuevo abrir los ojos, esta vez traté con mis manos retirar lo que me impedía ver; necesitaba lavarme.

Me levanté por el lado derecho de la cama buscando mis pantuflas de tela como siempre acostumbro; no estaban. Palpé con mis pies en las cercanías, de un lado a otro; tampoco las encontré. En la urgencia por estar disminuido visualmente, desistí y descalzo me dirigí hacia la entrada del baño aún con la molestia de las pitañas en los ojos, no medí la distancia y la rapidez con que me desplacé, provocó un choque violento contra la pared tanto como una caída en seco. Recuperándome, con la poca nitidez de mi visión pude percibir que la puerta del baño se encontraba a unos cuantos pasos a la izquierda de mí, no daba cuenta cómo perdí el sentido de orientación, adolorido y casi ciego, apresuré llegar a lavar mi rostro.

Dentro del baño, regresó aquella sensación de extrañeza como ocurrió al despertarme. No hice caso, ahora lo importante, lo urgente era quitarme este Velo de Isis que me cubría y me incomodaba casí rayando en la desesperación. Abrí la llave de agua fría y tomé el primer chorro con mis manos llevándolo a mi rostro, primer alivio, refrescante. Volví a meter mis manos y sentí el ardor que produce el agua caliente, la retiré desconcertado, estaba seguro que abrí la llave correcta, la derecha; aún con mi poca visión la cerré y abrí la otra, con precaución tenté el agua que salía hasta estar seguro de que en realidad estuviera fría. Me enjuagué los ojos con abundante agua, no paré hasta que ya no hubo más legañas. Así postrado frente al lavado, con mi vista más clara a pesar del dolor del golpe y el ardor en las manos, la tranquilidad se presentó pero no duró mucho, de nuevo sentí esa sensación extraña, miré a mi alrededor, todas las cosas eran iguales pero había algo diferente en estas, las conocía pero al mismo tiempo las desconocía.

Observé la mezcladora, el flujo del agua estaba invertido. Recorrió por mi espalda baja hasta los hombros y terminando en mis manos, esa sensación de terror primario. Volteé intempestivamente hacia la habitación, salí del baño, las pantuflas del lado izquierdo, el resto de los muebles, la cama, mi corazón latía apresuradamente, regresé y ví mi reflejo en el espejo, en esa imagen, lo que había al fondo, a la izquierda y a la derecha, así era como lo recuerdo. Me miré una vez más, soy yo pero... ¿soy yo? Di algunos pasos hacia atrás, vacilante, sin quitar la vista, mi voz lánguida logró articular algunas palabras: ¿Cómo es posible? Yo aquí y, Tú del otro lado.

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