sábado, 5 de abril de 2014

Confesiones del que pretende investigar

Hace tiempo, al ingresar en la licenciatura de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL-UNAM), mi principal objetivo era mejorar mis clases que como docente de más de 15 años llevaba practicando. Lejos de esa realidad, descubrí que su plan de estudios va más allá: la de formar investigadores en educación. Esto produjo, en ese momento, un choque entre mi propia creencia de lo que era y lo que es la Pedagogía (probablemente muchos de las personas que decidimos regresar a la universidad por diversas causas, se encuentra y no exclusivamente en esta licenciatura, con este problema), resolver esta encrucijada requirió de algunos días de análisis de conciencia de sólo tener la idea, reduccionista por cierto, sobre el alcance de la educación a visualizar el todo. Una valoración profunda era necesaria para tener la seguridad que la decisión tomada sería la correcta y que parafraseando a Shakespeare sería continuar o no continuar. Deducir el resultado no es difícil, de otra forma, usted lector, no estaría leyendo estas líneas.

La formación como investigador no es fácil, requiere desarrollar habilidades específicas y un perfil bien definido que permita que el trabajo derivado de esta actividad sea de la mejor calidad. Esa es la razón por la que esta serie de artículos, siendo este el primero de ellos, agrupados en una categoría denominada "Confesiones del que pretende investigar" nace con la intención de recopilar las experiencias personales, buenas y malas, en el proceso de aprendizaje, un camino que comencé hace tiempo pero no con el rigor que se requiere. Es importante señalar que esto no tiene nada que ver con enseñar algo sobre la investigación en cualquiera de sus elementos que la conforman, no tengo autoridad para eso por lo menos en este momento. Como texto publicado en un blog obedece a la idea de compartirlo para enriquecerlo porque siempre es mejor cuando hay alguien más, interesado en el tema, permita el debate; siempre esto, ajusta la percepción que se tiene del mundo.

Por otra parte, el nombre de la serie nace de un libro escrito por Umberto Eco, Confesiones de un joven novelista. Al principio, consideré titular la serie como Confesiones de un joven investigador lo cual deseché por manifestar un cierto grado de soberbia además de un plagio, inadmisible en el código de ética. Es necesario mencionar que cuando Eco escribió este libro, el ya había publicado sus novelas, la experiencia como novelista era evidente, en mi caso no, nunca he publicado una investigación razón por la cual no puedo decir que soy un investigador; eso sí, pretendo investigar. La distinción entre una pretensión y el reconocimiento no proviene de uno mismo sino de los demás, por las aportaciones al conocimiento humano, principal motor de la investigación. Por último, en relación con las confesiones, lejos de una declaración o examen cuidadoso de forma obligada, es una expresión voluntaria, verdadera, del proceso de formación como investigador, así el título de la serie o desde un término acorde a la Web 2.0 (el contexto es importante), la categoría al final es Confesiones del que pretende investigar; título que también lleva el articulo inicial de esta serie.

Con esta exposición de motivos, comienza la reflexión en el camino formativo de un investigador novel...
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Ollin Tlatoa por José Daniel Guerrero Gálvez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
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